En una entrevista con Forbes Japón, Hideaki Anno, director de Neon Genesis Evangelion, expresó una postura contraria a la globalización del anime. Mientras la industria japonesa proyecta un mercado de 20 billones de yenes para 2033, afirmó que no crea pensando en el público extranjero. Sus obras, explicó, nacen de un proceso profundamente japonés. Por ello, sostiene que no deben adaptarse para facilitar su consumo internacional. Si una obra cruza fronteras, concluye, el espectador debe esforzarse por comprenderla.
En una época donde muchas producciones buscan suavizar su identidad para resultar universales, la postura de Anno destaca por su coherencia y autoridad creativa. Su negativa a diluir el drama, el lenguaje y la sensibilidad cultural de sus historias es, paradójicamente, lo que ha convertido a Evangelion en un fenómeno global. Analizamos por qué esta fidelidad absoluta a la identidad japonesa no limita su alcance, sino que refuerza la pericia del autor y la confianza de su audiencia.
El cine como una declaración artística, no como un diálogo

Anno traza una línea clara entre los videojuegos y el cine. Mientras los primeros permiten interacción y respuesta directa del usuario, el cine, en su opinión, es un medio de un solo sentido. Una película no está diseñada para ajustarse a las quejas del espectador, sino para presentar una visión cerrada que el público puede aceptar o rechazar. Esta filosofía explica por qué decidió producir Evangelion: 3.0+1.0 Thrice Upon a Time de forma independiente, asumiendo toda la responsabilidad creativa y financiera. Al eliminar intermediarios, protegió la integridad de la obra y reforzó la idea de que la confianza del espectador debe depositarse en el creador, no en las decisiones dictadas por el mercado.
Desde esta perspectiva, intentar complacer a todos es el camino más rápido hacia la pérdida de identidad. Anno sostiene que una obra que funciona en Japón, por ser honesta con su contexto cultural, puede resonar en el extranjero de manera natural. Al mencionar a Studio Ghibli y a Hayao Miyazaki como ejemplos de producción centrada exclusivamente en el mercado doméstico, refuerza la idea de que la relevancia internacional no se construye adaptándose, sino profundizando en lo propio.
El idioma y la emoción como barreras inevitables

Uno de los puntos más contundentes de su discurso es la relación entre idioma y emoción. Para Anno, el drama de sus películas se articula a través de pensamientos y sentimientos que solo existen plenamente dentro del marco mental del japonés. Aunque el cine combina imagen y sonido y puede superar ciertas barreras lingüísticas, los diálogos y la psicología de los personajes siguen anclados a una forma de pensar específica. En este contexto, su afirmación de que el público debe adaptarse no busca excluir, sino preservar la coherencia cultural de la obra.
El director también señala que las dificultades históricas del anime en Occidente no se debieron a su contenido, sino a una mala estrategia de comercialización. Por ello, defiende una separación clara de funciones. Los creadores deben concentrarse en hacer obras auténticas, mientras el área comercial se encarga de venderlas después. Esta división protege la autoridad creativa y evita que el arte se convierta en un producto genérico diseñado por comités. En última instancia, la postura de Hideaki Anno no rechaza al público global. Es una defensa firme de la identidad cultural como fuente de valor. Su honestidad intelectual fortalece la confianza del espectador y demuestra que, a veces, la mayor influencia internacional surge precisamente de no intentar forzarla.

El Veredicto
Hideaki Anno no está pidiendo perdón por ser japonés; está exigiendo respeto por la pureza de su proceso creativo. Su filosofía de que el público debe adaptarse a la obra es la base de por qué Evangelion sigue siendo una pieza de culto irrepetible tras décadas de existencia.
El planteamiento de Anno es la medicina que la industria del anime necesita en este momento de expansión explosiva. La verdadera influencia global de Japón no viene de intentar parecerse a Hollywood o de suavizar sus matices culturales para no ofender, sino de ser tan profundamente local que el resto del mundo no pueda evitar sentirse fascinado por esa singularidad. Anno tiene razón: si el creador se adapta al mercado, el arte muere para convertirse en mercancía.
¿Estás de acuerdo con Anno en que las películas deben ser una comunicación unidireccional sin importar la opinión del público, o crees que en la era digital los directores deberían ser más receptivos a las críticas globales para mejorar sus obras? Déjanos tu opinión en los comentarios.