La tensión entre China y Japón alcanzó un nuevo punto crítico tras la expulsión abrupta de la cantante japonesa Maki Otsuki durante un festival en Shanghái. El incidente, ocurrido mientras interpretaba el icónico ending de One Piece, se convirtió en el símbolo más visible de una campaña de cancelaciones que golpea de lleno a la industria japonesa del entretenimiento. Los apagones repentinos, las confiscaciones de micrófonos, los conciertos suspendidos y las películas congeladas muestran un panorama que cambia a gran velocidad. Además, el trasfondo político intensifica el impacto.
Las declaraciones recientes de la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, sobre la situación en Taiwán, generaron un fuerte malestar en China (Pekín). Esta mezcla de cultura, economía y diplomacia amplifica la crisis. Y deja a miles de fans, empresas y artistas en un escenario incierto.
Un apagón, una canción y un escándalo diplomático con China

Maki Otsuki vivió uno de los momentos más tensos de su carrera durante el Bandai Namco Festival 2025. El público vibraba con Memories, una canción histórica para los fans de One Piece. De pronto, las pantallas se apagaron. Las luces cayeron. El sonido desapareció. Según diversas versiones, funcionarios chinos intervinieron manualmente los interruptores de energía para detener la presentación.
La escena se volvió caótica en segundos. Dos miembros del staff subieron al escenario. Le quitaron el micrófono a Maki Otsuki. La escoltaron fuera del escenario ante la sorpresa de todoslos fans de China. Y así, el espectáculo terminó sin explicación. Este momento marcó el escándalo más visible dentro de una serie de medidas que afectan casi exclusivamente a artistas japoneses. Y muestra que el conflicto ya no es aislado, sino sistemático.
Conciertos cancelados, estrenos congelados y pérdidas millonarias

La expulsión de Maki Otsuki no fue un hecho aislado. Otros artistas japoneses también han sufrido cancelaciones imprevistas. Ayumi Hamasaki, una superestrella del pop asiático, vio cómo su presentación programada desaparecía del calendario sin previo aviso. La cantante Kokia enfrentó el mismo destino. Nada quedó al margen. Ni los conciertos, los festivales. Ni las actividades promocionales.
El cine también está paralizado. La Administración de Cine de China congeló nuevas aprobaciones para películas japonesas. Además, al menos seis estrenos previamente autorizados quedaron suspendidos. Entre ellos destacan Detective Conan: The Time-Bombed Skyscraper, un nuevo filme de Crayon Shin-chan y la versión live-action de Cells at Work!. Las pérdidas potenciales son enormes. China es un mercado crucial para el anime. Allí, Suzume consiguió más de la mitad de sus ingresos globales.
The Boy and the Heron de Studio Ghibli obtuvo cerca del 40% de su recaudación mundial solo en territorio chino. Empresas gigantes como Sony y Sanrio también dependen intensamente del mercado en china. Sony generó 1.2 billones de yenes en ventas en la región. Sanrio casi triplicó su facturación gracias a acuerdos con Alibaba. Todo esto ahora está en riesgo.
Tensión regional China-Japón y una ola de boicots culturales

El detonante político surgió tras las declaraciones de la primera ministra japonesa Sanae Takaichi. En efecto, el 7 de noviembre afirmó que un ataque militar chino contra Taiwán representaría una amenaza directa para Japón y, en consecuencia, podría exigir una respuesta militar de Tokio. Estas palabras, a su vez, encendieron las alarmas en China. Por ello, la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Mao Ning, declaró que las declaraciones habían herido los sentimientos del pueblo chino y, además, que dañaban la cooperación bilateral.
Aunque no confirmó oficialmente un boicot estatal, las cancelaciones señalan una estrategia clara. Las repercusiones se extendieron incluso al teatro. La gira del musical Pretty Guardian Sailor Moon canceló toda su temporada en Beijing, Hangzhou y Shanghái. También surgieron dudas sobre la continuidad del estreno de Demon Slayer: Infinity Castle. La película comenzó fuerte, ya que recaudó 49.9 millones de dólares en su primer fin de semana. Sin embargo, su futuro en el país ahora es incierto. Además, esta ola de restricciones muestra que la cultura se convirtió en un campo de batalla, uno en el que la diplomacia, los negocios y el entretenimiento chocan de frente.