El fenómeno de Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba no muestra señales de detenerse. La más reciente entrega cinematográfica de la saga, Infinity Castle, ha arrasado en la taquilla japonesa en tiempo récord. Esto a recaudar cifras impresionantes y atrayendo a millones de espectadores. Este éxito no solo consolida a la franquicia como una de las más grandes de la historia del cine japonés, sino que también la coloca en una posición única: desafiar el estatus casi intocable que Studio Ghibli ha mantenido durante décadas como el Anime Nacional de Japón.
Demon Slayer en un ascenso imparable
En apenas 38 días desde su estreno, Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba – The Movie: Infinity Castle. Alcanzó los 28.08 mil millones de yenes en recaudación y atrajo a más de 19.82 millones de personas a las salas de cine, superando incluso a gigantes históricos como Titanic. Este ascenso vertiginoso sigue el camino que marcó Mugen Train. La película más taquillera en Japón con más de 40 mil millones de yenes y 28.97 millones de asistentes. Con estas cifras, Demon Slayer se ha convertido en una auténtica máquina de éxitos capaz de redefinir lo que significa un fenómeno cultural en Japón.
Lo impresionante de esta franquicia es que ha logrado movilizar a toda clase de público. Familias enteras, jóvenes y adultos se reúnen en los cines para vivir la experiencia, creando un fenómeno social que trasciende el simple entretenimiento. La adaptación del Infinity Castle como trilogía de Demon Slayer asegura que esta ola de éxito se mantendrá viva hasta finales de la década. Con proyecciones que estiman 80 mil millones de yenes adicionales en recaudación y más de 60 millones de espectadores en total.
El legado indestructible de Studio Ghibli
Aunque los números de Demon Slayer son impactantes, el título de Anime Nacional ha pertenecido durante décadas a Studio Ghibli. Con más de 40 años de historia, el estudio fundado por Hayao Miyazaki e Isao Takahata revolucionó el cine japonés. Obras como Mi vecino Totoro, La princesa Mononoke y El viaje de Chihiro no solo alcanzaron récords de taquilla, sino que también definieron el anime cultural del país.
Ghibli no se limitó a los números, revitalizó la industria cinematográfica en un momento crítico. Durante los años 70 y 80, la asistencia al cine en Japón estaba en declive, pero la llegada de filmes como La princesa Mononoke (1997) y el auge de los multicines lograron que el público regresara masivamente a las salas. Además, sus películas instauraron la costumbre de ver cine en familia durante festividades como la Golden Week, un hábito que persiste hasta hoy. Con un total de 24 películas, 120 millones de boletos vendidos y 168.7 mil millones de yenes recaudados, Studio Ghibli ha dejado una huella imborrable en la cultura japonesa.
Una nueva era en construcción
La gran incógnita es si Demon Slayer podrá consolidar no solo cifras récord, sino también un legado cultural comparable al de Ghibli. Con la planeada trilogía del Infinity Castle y la fuerza de su base de fans, la franquicia apunta a convertirse en un nuevo referente para las generaciones jóvenes. Su capacidad de generar conversación, unir audiencias y mantener el interés del público año tras año son señales claras de que se trata de un fenómeno que podría cambiar la historia del anime en Japón.
Aun así, Ghibli posee un simbolismo que trasciende las cifras, es la encarnación del cine como arte. Mientras que Demon Slayer representa el poder del entretenimiento masivo en la era moderna. Ambos caminos, aunque distintos, convergen en un punto común. La construcción de hitos culturales que marcan a toda una nación.
Honestly, Demon Slayer is such a good anime because of the quality of the animation, but if it weren’t for that it wouldn’t be a big deal.