El debate sobre la censura financiera en la industria del entretenimiento japonés ha dado un nuevo paso. Tras múltiples denuncias de que procesadores de pago y marcas internacionales de tarjetas bloquean transacciones relacionadas con anime, manga y videojuegos. Incluso cuando el contenido es legal, políticos japoneses han comenzado a intervenir. La situación, que afecta tanto a creadores como a plataformas, ha generado preocupación por la falta de transparencia y el riesgo de que prácticas de deplatforming financiero limiten la creatividad y el acceso a obras culturales.
Una reunión clave con las marcas internacionales
El 25 de agosto se llevó a cabo una reunión interna del Visual Industry Strategy Promotion Research Group. Revelada por Taro Yamada, miembro de la Cámara de Consejeros del Partido Liberal Democrático y reconocido aficionado al anime. El encuentro reunió a representantes de marcas internacionales de tarjetas, bancos adquirentes, procesadores de pagos, comerciantes y agencias gubernamentales para discutir lo que Yamada describió como un caso de censura financiera.
El objetivo fue analizar como decisiones poco transparentes dentro de la cadena de pagos han provocado que servicios y creadores vean bloqueadas sus transacciones. Según Yamada, bajo condición de confidencialidad, se lograron intercambios francos que dejaron más claras las posturas de las partes, lo que marcó un progreso hacia soluciones concretas que podrían beneficiar a la industria del entretenimiento.
El impacto en la industria del anime y el manga
El problema no es menor, numerosas restricciones han afectado a negocios, incluso a contenidos legales como obras de boys’ love, violencia gráfica o material sexual. El caso más sonado fue el de Manga Library Z. Un servicio de manga descatalogado que cerró en 2024 luego de recibir advertencias de que VISA y Mastercard podían imponer multas millonarias si no retiraban ciertas obras. Aunque renació en 2025 gracias al crowdfunding, tuvo que prescindir de estas tarjetas como método de pago.
La controversia se amplifica porque la postura oficial de Mastercard es que todas las compras legales son permitidas en su red. Sin embargo, sus propias reglas permiten bloquear transacciones consideradas dañinas para su reputación, incluso si son legales. Esta ambigüedad ha derivado en inconsistencias y en la percepción de que las decisiones responden más a presiones de imagen que a criterios legales claros. Lo que mantiene en alerta a creadores, distribuidores y plataformas digitales.