Taz Skylar, actor que interpreta a Sanji en el Live Action de One Piece de Netflix, reveló el exigente y doloroso proceso físico que enfrentó para dar vida al personaje. Durante seis meses siguió un régimen de entrenamiento de ocho horas diarias. En total acumuló más de 1,400 horas de artes marciales. Su objetivo fue que cada patada vista en pantalla fuera completamente real, sin uso de CGI en sus extremidades. A esta preparación se sumó su formación como chef profesional. Con ello buscó dar total verosimilitud a las escenas de cocina que definen a Sanji.
Este compromiso extremo tuvo consecuencias severas. El actor sufrió desgarros de ligamentos cruzados (ACL), fracturas y lesiones graves en los tobillos. Aun así, y por temor a ser apartado del proyecto o sustituido en las escenas de acción, Skylar decidió ocultar sus lesiones, vendándose las piernas con cinta americana en privado dentro de su camerino y evitando deliberadamente al personal médico del set.
Cuando la autenticidad eleva el estándar del Live Action

En una industria donde los efectos digitales suelen suplir las limitaciones físicas de los actores, la decisión de Skylar destaca como una excepción. El actor ejecutó personalmente cada escena de combate. Su enfoque no buscaba solo realismo visual. También aspiraba a una coherencia total entre el personaje y quien lo interpreta. Así eliminó la distancia habitual entre la acción coreografiada y la actuación corporal real.
Este compromiso impacta directamente en la percepción del público, especialmente entre los seguidores del anime, tradicionalmente críticos con las adaptaciones Live Action. Al asumir el riesgo físico y la exigencia técnica del personaje, Skylar establece un precedente que eleva las expectativas sobre este tipo de producciones, demostrando que la fidelidad al material original puede sostenerse también desde el esfuerzo físico y no únicamente desde la estética.
El sacrificio como parte del legado narrativo

Sanji es un personaje definido por su lealtad absoluta y su capacidad de soportar el dolor por el bienestar de su tripulación. De forma casi simbólica, Skylar trasladó esta filosofía al plano personal, asumiendo un nivel de sacrificio que excede lo habitual en una producción televisiva de gran escala. Su entrega contribuyó a construir una narrativa paralela que refuerza el peso emocional del personaje dentro de la serie.
El hecho de que el actor necesitara cerca de un año completo para recuperarse tras el rodaje subraya la magnitud del desgaste físico que enfrentó. Para el fandom, este tipo de historias trascienden lo anecdótico y se integran al imaginario colectivo de la franquicia, consolidando un vínculo emocional que difícilmente podría generarse mediante efectos digitales o soluciones técnicas.

El Veredicto
Taz Skylar no solo interpretó a Sanji; lo encarnó hasta las últimas consecuencias físicas. Su decisión de entrenar más de 1,400 horas y ocultar sus lesiones bajo cinta americana fue un factor clave para que el Live Action de One Piece lograra romper con la histórica desconfianza hacia las adaptaciones de anime, estableciendo un nuevo estándar de compromiso, autenticidad y exigencia física dentro de la industria audiovisual.
Sostenemos que la actuación de Skylar es el corazón del éxito de la serie. Sin embargo, su historia es un recordatorio agridulce: la magia que vemos en pantalla a menudo se construye sobre un costo físico real que el público rara vez percibe hasta que las cámaras se apagan.
¿Crees que este nivel de sacrificio físico es necesario para que un live-action de anime sea exitoso, o deberían las producciones depender más de la tecnología para proteger la salud de sus actores? Déjanos tu opinión en los comentarios.